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Las Cruzadas Medievales: Causas, características, desarrollos y líderes (Parte III)

En el final de este resumen histórico de tres partes, hablaremos acerca de las cruzadas subsiguientes y de cómo fue desarrollándose hasta la culminación de esta etapa de la historia. 


Ciudad Vieja, Jerusalén. Foto: Multimedia de Wix.

TERCERA CRUZADA. La Iglesia entonces predicó con fervor la Tercera Cruzada, acudiendo al llamamiento tres soberanos famosos en la Historia: Federico I Barbarroja , emperador alemán; Felipe II, de Francia, y el rey inglés, Ricardo Corazón de León. Todos ellos eran monarcas valientes, poderosos y aguerridos; sin embargo, cometieron el error de no aunar sus fuerzas y presentar combates por separado. Barbarroja murió al vadear el río Salef; Felipe

II y Ricardo Corazón de León, lucharon entre sí con gran escándalo de la Cristiandad. El rey inglés, que era muy altivo, al ver un día la bandera del Duque de Austria, Leopoldo, izada en un torreón de San Juan de Acre, la arrancó echándola luego al foso de la fortaleza. El duque reclamó satisfacciones y su mensajero fue despedido por el rey con un fuerte puntapié.


Si bien Ricardo conquistó Chipre y derrotó a Saladino en Arsuf, no pudo recuperar Jerusalén, teniéndose que conformar con la estipulación de un tratado que permitía a los cristianos visitar el Santo Sepulcro, siempre que fueran desarmados y en pequeños grupos. Ricardo Corazón de León emprendió el regreso a Inglaterra disfrazado de peregrino, con sayal y largas barbas.


Cuenta la leyenda que al atravesar el territorio del duque de Austria fue descubierto y reducido a prisión en venganza del ultraje inferido a la bandera de Leopoldo, en los muros de San Juan de Acre.


Blondel, trovador de Arras, cumpliendo el juramento que había hecho de encontrar a su señor, recorría los castillos de Europa cantando una canción conocida por el rey Ricardo. En una ocasión su canto fue coreado tras la ventana de un muro, descubriendo así el paradero de Ricardo Corazón de León, que poco después era rescatado por sus vasallos.


LA CUARTA CRUZADA. Estuvo llena de intrigas, intereses políticos y mercantiles, escapando su dirección de manos del Papa, que tuvo que excomulgar a los venecianos por haber desviado la finalidad religiosa de la empresa.


Éstos pusieron su Marina a disposición de los cruzados, a condición de que ganaran Constantinopla y estableciesen allí un imperio latino, como así sucedió.


QUINTA CRUZADA. La quinta, iniciada por el papa Inocencio III y continuada por Honorio III, fue secundada por Juan de Brienne, rey de Jerusalén en el exilio, el duque Leopoldo VI, de Austria, y el rey de Hungría, Andrés II.


El único resultado práctico fue la conquista de Damieta, después de un asedio memorable, sin que ello tuviese consecuencias para la Cristiandad.


La importancia de las Cruzadas va disminuyendo a medida que nos acercamos a las últimas.


SEXTA CRUZADA. La sexta fue dirigida por Federico II, de Alemania, a pesar de la oposición del papa Gregorio IX, que no quería ver convertido en caudillo de los cruzados a un rey como Federico que se hallaba excomulgado.


Llegadas las fuerzas alemanas a Tierra Santa, su emperador siguió una política complicada y realista, usando más de la diplomacia que de las armas, concertando en 1229 una tregua de diez años con el sultán de el Cairo, Malek-el-Kumel, durante la cual los cruzados conservarían Jerusalén, Nazaret, Belén y otras localidades estratégicas. Jerusalén se declaraba ciudad santa para los cristianos, aunque se permitió la continuación del culto musulmán en las mezquitas.


LA SÉPTIMA CRUZADA. La Séptima Cruzada fue propuesta en el Concilio de Lyon (1245) por el papa Inocencio IV, con el fin de recobrar la ciudad de Jerusalén, que había sido conquistada por los turcos.


El llamamiento del pontífice tuvo un eco muy débil en Europa. Sólo fue escuchado por Luis IX, rey de Francia, quien movilizó un gran ejército y marchó hacia Damieta que fue tomada.


Después de algunos fracasos y epidemias que descorazonaron a los cruzados, Luis IX cayó prisionero y pudo recobrar su libertad mediante el pago de un millón de escudos y la evacuación de Damieta. El fracaso había sido completo.


OCTAVA CRUZADA. Una vez en Francia, el rey francés organizó la Octava Cruzada, esta vez dirigida contra Túnez. A los pocos días de desembarcar, Luis IX fue atacado por la peste y murió ante los muros de la ciudad. Las Cruzadas, consideradas desde el punto de vista militar, fueron un verdadero fracaso toda vez que los Santos Lugares que se querían conquistar para la Cristiandad, continuaron en poder de los musulmanes. Sin embargo, las consecuencias indirectas de ellas fueron importantísimas en todos los órdenes de la vida y contribuyeron a transformar la sociedad y el pensamiento europeos.


En el orden social y político ayudaron a la decadencia del Feudalismo; millares de señores murieron en las expediciones y los que consiguieron regresar quedaron empobrecidos, en incremento del poder real, que adquirió desde entonces una gran preponderancia sobre los nobles.


En el orden religioso contribuyeron a atenuar al fanatismo propio de la época y a crear cierta tolerancia, ya que los cruzados comprobaron que el infiel no era un hombre salvaje sino que en muchos aspectos vivía mejor que los europeos.


En efecto, los orientales eran más civilizados en el orden científico y comercial que los cristianos, y éstos llevaron a sus tierras muchos conocimientos que fueron altamente beneficiosos: los damascos, telas brochadas, el terciopelo, los espejos, los vidrios artísticos, el papel, el azúcar de caña, el alcohol, etc., que en Europa sólo se conocían a través de los árabes españoles.


Efectos. Los cruzados no lograron un impacto permanente en Medio Oriente, donde los únicos restos visibles de las conquistas fueron sus castillos.


Quizá ampliaron su perspectiva como resultado del intercambio entre dos culturas, pero la in teracción de la Europa cristiana en el mundo musulmán fue, en verdad, más intensa y más significativa en España y Sicilia que en Tierra Santa.


Algunos historiadores piensan que los cruzados ayudaron a estabilizar la sociedad europea al desembarazarse de una gran cantidad de jóvenes guerreros que habrían estado luchando entre sí en Europa y creen que, como resultado, los monarcas establecieron su control con mayor facilidad.


No existe la menor duda de que los cruzados contribuyeron al crecimiento económico de las ciudades porteñas italianas, sobre todo de Genova, Pisa y Venecia.


Pero es importante recordar que, en primer lugar, la creciente riqueza y población de Europa en el siglo XI hicieron posible las cruzadas.


Los cruzados tal vez hayan alentado el resurgir del comercio, pero, ciertamente, no lo originaron. Incluso sin los cruzados los mercaderes italianos habrían ido en busca de nuevos contactos comerciales en el mundo oriental.


Los cruzados provocaron efectos colaterales desafortunados que persistirían por generaciones en la sociedad europea. Los primeros ataques de gran alcance contra los judíos comenzaron con las cruzadas. Tal como un cristiano argumentó, era impensable llevar a cabo las guerras santas contra los musulmanes infieles, mientras los «asesinos de Cristo» corrían libremente en casa. La masacre de los judíos se convirtió en una característica regular de la vida europea medieval.


CONCLUSIÓN DE ESTA ETAPA DE LA HISTORIA. El periodo que abarca los anos 1000 a 1300 fue dinámico en el desarrollo de la civilización europea. Presenció cambios políticos, económicos y sociales que algunos historiadores consideran que pusieron la civilización europea sobre una senda que se extendió hasta el siglo XVIII, en que la Revolución Industrial creó un nuevo modelo.


El renacimiento del comercio, la expansión de las ciudades y villas, y la evolución de una economía monetaria no supusieron el fin de una sociedad europea predominantemente rural, sino que abrieron la puerta a nuevas formas de ganarse la vida y a nuevas oportunidades para que la gente ampliara y enriqueciera sus vidas.


Con el tiempo, esto formó los fundamentos de la evolución de una sociedad predominantemente urbana e industrial.


Los nobles, cuyas actitudes belicosas fueron racionalizadas al nombrárseles defensores de la sociedad cristiana, siguieron dominando el mundo medieval desde el punto de vista económico, político y social. Pero, de una forma subrepticia y segura, dentro de este mundo de castillos y de poder privado, los reyes comenzaron de manera gradual a extender sus poderes públicos.


Aunque los papas en algunas ocasiones trataron a los gobernantes como si fueran sus propios sirvientes, en el siglo XIII los mismos monarcas establecieron la maquinaria de gobierno que permitiría desafiar estos exagerados redamos por parte del poder papal, y convertirlos en centros de autoridad política de Europa. Aunque no lo podían saber entonces, las medidas impuestas por estos monarcas medievales sentaron los fundamentos de los reinos europeos, que de alguna u otra manera dominaron desde entonces la escena política europea.


La iglesia católica tomó parte en la empresa de lograr un nuevo crecimiento mediante la reforma y un mayor poder papal dentro de la misma iglesia y sobre la sociedad europea.


La disensión respecto de las enseñanzas y de las prácticas de la iglesia creció en el siglo XIII causando un clima de temor e intolerancia a medida que la iglesia respondía con los instrumentos inquisitoriales para obligar a la adhesión de sus enseñanzas.


El poder creciente de la nueva generación de autoridades monárquicas desafiaba cada vez más las afirmaciones del papa acerca de su supremacía sobre las autoridades seglares.


Los musulmanes conquistan la ciudad de Acre, la última fortaleza cristiana en Tierra Santa. Este avance significa el fin de las cruzadas.


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