Por Pablo Cristaldo
Si bien la memoria colectiva es corta en muchos aspectos, siempre quedan residuos de nuestro modo de vivir después de nuestra partida a la siguiente vida (o muerte). Puede que no sea importante para muchos la manera en la que hemos de ser recordados, aunque debemos reconocer que, en el fondo, si nos importa.
Hace poco más de dos semanas atrás, se cumplieron tres años del fallecimiento del ex senador Óscar González Daher, una persona con sus errores y aciertos, quien dedicó su vida en acumular riquezas y poder a consta del sufrimiento de muchos paraguayos. Un infarto fulminante fue el causante de su deceso a sus 68 años.
Activista político desde su juventud, fue además presidente del Club General Díaz de Luque (1973) y a posteriori, también dirigente del Sportivo Luqueño. Amante de su ciudad, estuvo involucrado en numerosos emprendimientos en pos del mejoramiento de la ciudad de Luque.
Como colorado, fue presidente de la Juventud Colorada de Luque. Fue además miembro de la Junta Departamental en Central, ocupando incluso la presidencia de este cuerpo legislativo. Llegó a ser diputado, senador y miembro de Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados durante gran parte de su vida, y desafortunadamente, en ningún momento dejó de multiplicar sus arcas económicas utilizando su posición e influencias.
Llevó a la quiebra el Club Cerro Corá de Campo Grande, y causó mucho daño a los paraguayos que no comulgaban con su gestión, privándoles de su buena voluntad para hacer una gestión imparcial y justa.
Inútilmente podríamos hacer un paralelismo con otras personas que sí dejaron buena huella en la historia, González Daher es el fiel ejemplo de que las riquezas y el poder no se comparan con el buen nombre. Hoy su memoria se disputa entre sus allegados y la mayoría disidente, entre los halagos forzosos y los adjetivos políticamente incorrectos, pero certeros y
lapidarios.
Ahora, la pregunta para nosotros es ¿Cómo queremos ser recordados? La pregunta es para todos aquellos que albergamos, al menos, un poco de sentido común, amor propio, y decencia. Demás está decir, al observar los frutos, que los que queremos un país mejor, y una vida eterna en la presencia de un Dios, quien concebimos Santo, no nos encontraremos con el susodicho en el mismo lugar.
Comments