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El español que inventó la máquina de vapor, el traje de buzo y diseñó un submarino

Jerónimo de Ayanz, el “Da Vinci español”, fue precursor de varios inventos que hoy conocemos todos. Sin embargo, su historia es desconocida para muchos.

Retrato de Jerónimo de Ayanz y Beaumont. / Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología, Eulogia Merle. / Vía Heraldo de Aragón.

Un inventor español desconocido

Estamos acostumbrados a leer sobre hombres del Renacimiento tan polifacéticos y prolíficos que aún hoy se estudian no solo sus ideas y proyectos, sino su manera de trabajar para intentar replicar un modelo con el que ser lo más productivos posibles. Sin embargo, algunos de estos personajes históricos parecen estar fuera del alcance de la mayoría de nosotros. Es el caso de Leonardo Da Vinci, del que más de 500 años después de su muerte seguimos descubriendo inventos e ideas que dejó por escrito, pinturas que sorprenden y demás obras salidas de sus geniales manos. Pues bien, España tiene a su propio Da Vinci y, aunque menos conocido, su vida y producción son igual de fascinantes.


Jerónimo de Ayanz y Beaumont nació en 1550 en Guendulain, un señorío actualmente despoblado en Navarra. Hijo de Carlos de Ayanz, capitán de la guarnición de Pamplona, y Catalina de Beaumont. Hemos avisado de su carácter polifacético y, aunque sus inventos hayan pasado a la historia como lo más destacado de su biografía, Jerónimo ejerció de ingeniero, científico, comendador, regidor de minas, gobernador, pintor, cantante, compositor de música, paje del rey y militar.


Sus éxitos militares

Fue el segundo hijo varón del matrimonio y la tradición mandaba que el primogénito heredaba la parte nobiliaria de la familia y el segundón hiciera carrera militar o religiosa. Jerónimo de Ayanz optó por la primera ruta y no le fue en absoluto mal. El padre de Jerónimo ya destacó en el ámbito militar, con participación en batallas como la San Quintín, lo que le llevó a mantener una buena relación con la Corte Real. Esto posibilitó que, en 1567, Jerónimo de Ayanz acudiera a Madrid para ejercer labores de paje en la corte de Felipe II. Gracias a esta posición recibió una esmerada formación académica y militar. Estudió matemáticas –además de letras y artes– con maestros como Pedro Juan de Lastanosa y Juanelo Turriano quienes le instruyeron en aritmética, álgebra, geometría, astronomía, cosmografía, náutica e ingeniería; materias para las que demostró grandes aptitudes e inventiva.


A sus 20 años, Jerónimo inició su andanza en las guerras que asolaban al Imperio español en el último cuarto del siglo XVI. Estuvo bajo las órdenes de Juan de Austria en las campañas de Túnez y acudió al servicio del duque de Alba en la guerra de Flandes tras recorrer el Camino Español con los tercios. Su valentía gozó de cierta fama entre sus contemporáneos y hasta Lope de Vega le dedicó unos versos en su obra Lo que pasa en una tarde, donde habló de Jerónimo como el “el caballero de los dedos de bronce”. Pero su culmen militar llegó en 1581, cuando interceptó un intento de atentado contra Felipe II.

El (verdadero) inventor de la máquina de vapor

Sus éxitos militares fueron reconocidos con varias insignias y reconocimientos, pero, sobre todo, le abrieron la puerta a ser nombrado administrador general de Minas del Reino. A partir de 1587, Jerónimo de Ayanz se encargó de gestionar la explotación de las más de 500 minas activas que tenía España entre el territorio peninsular y las posesiones en América. Fue en este puesto cuando empezó a maquinar inventos de diversa índole.


Nicolás García Tapia fue el investigador que dio a conocer la vida y obra de Jerónimo de Ayanz en base a unos documentos conservados en el Archivo de Simancas. En las fuentes se han encontrado hasta 48 privilegios de invención concedidos por el rey a Jerónimo, lo que hoy día entendemos como patentes. Entre sus inventos destacan:

  • Equipos de buceo, equipados con máscaras, gafas y trajes impermeables. Se les suministraba aire desde el exterior por medio de tuberías análogas a las de la campana para no depender de esta. En otra versión del traje, estos iban provistos de vejigas llenas de aire conectadas a fuelles situados bajo los brazos para gozar de plena autonomía.

  • Equipos que permitían renovar el aire de una mina o una habitación e incluso enfriarlo en lo que supone el primer precedente de un sistema de aire acondicionado,

  • Un primitivo submarino: una barca herméticamente cerrada e impermeabilizada conectada igualmente a las consabidas tuberías flexibles de suministro y retirada de aire.

  • Método para extraer el agua acumulada en las minas mediante el uso del vapor de agua como energía. Una máquina de vapor en toda regla más de un siglo y medio antes de que James Watt patentara una versión mejorada que propiciaría la Revolución industrial.


Apenas tenemos espacio suficiente en este formato de divulgación para abordar la descomunal vida y obra de Jerónimo de Ayanz, uno de esos personajes de la historia de España que permanece en la oscuridad a la espera de estudios, libros, películas y demás formatos que den a conocer al gran público a un hombre a la altura de los grandes genios del Renacimiento.


Con informaciones de: www.muyinteresante.es / www.heraldo.es

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