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El Estado: El peor enemigo del ciudadano paraguayo

Por Pablo Cristaldo


Como sociedad ya hemos sido testigos de fracasos tras fracasos en materia de regímenes políticos e intereses sociales, ya nos hemos quedado sin ideas, salvo una, que nunca se ha probado y que, podría arrojar muy buenos resultados si hacemos buen uso de la razón: la reducción estatal a casi cero.


La reducción de cargos públicos al mínimo constituye la solución definitiva al problema de la inflación. Foto: Multimedia de Wix.

Desde las sociedades primitivas, pasando por la ley mosaica (que fue la que mejor funcionó hasta hoy), hasta el establecimiento de reyes, los estados feudales, la democracia ateniense (otra luz en la historia), las repúblicas, el comunismo y el liberalismo, se han probado de todo tipo de ideologías para lograr un país estable y feliz. Hasta se crearon distopías de la mano de Huxley, Orwell o Rand, que desde el punto de vista del escritor, se hacen factibles por el comportamiento humano. Nacen indefectibles preguntas que tenemos atoradas en los dientes respecto a cómo el ser humano puede llevar a cabo un sistema de gobierno que sea beneficioso y consecuente con el hombre en todas sus facetas, y encuentro una respuesta, una innovación, que podría poner a funcionar nuestro Paraguay de una manera notable; utilizando la propia historia como herramienta de buenos y malos ejemplos: la reducción del Estado a casi cero.


Vemos cómo el hombre, en su pobre forma de pensar, ha sucumbido a sus instintos fallidos y en su egolatría para causar reales estragos en los países a cargo suyo, y esa forma de pensar ha dado lugar a abusos de poder desde demandas absurdas hasta el incremento exponencial e inútil del Estado, con la mentira del "Estado Presente". En Paraguay, por ejemplo, no existe tal cosa como el "Estado Presente" y nunca ha existido. Todo lo que funciona bien, hoy por hoy, es gracias al sector privado y sus innovaciones, tanto en educación, salud, hasta en seguridad, mencionando esto con profunda vergüenza.


El Estado Paraguayo, con sus latinfundistas, payasos de circo y ladrones a dos manos, ha crecido y no ha dado más que problemas y sufrimiento, por lo que reducir el Estado a casi cero no resulta una idea descabellada, quedando a cargo de la misma, a lo sumo, la seguridad nacional y la justicia como asuntos de interés estatal.


Resta decir que la presencia de un Estado paquidérmico y poco productivo, afecta directa y negativamente sobre la vida de los ciudadanos: genera inflación por gasto público (incremento de precios de mercado), lo que resulta en mayor gasto para el contribuyente, asumiendo que en la práctica todo paraguayo aporta al Estado, ya sea a través del pago directo o indirecto de impuestos al valor agregado, o en aportes patronales. Toda esta situación obliga al trabajador a buscar más medios para subsistir, dedicando más tiempo y más esfuerzos al trabajo, privándolo de vivir pasa sí y para su familia, a la vez de privarle de otros derechos como ser el estudio, tiempo de esparcimiento y tiempo de culto, afectando directamente su vida, su salud y su libertad individual.


El Estado tiene un poder destructivo mayor a una guerra, a un desastre natural o a un cáncer para el ciudadano. He aquí la razón del porqué no podemos progresar como país, a diferencia de países como Japón, que pudo levantar vuelo a pesar de dos bombas atómicas o Singapur, a pesar de numerosas guerras y ocupaciones. Hay más ejemplos de progreso donde el Estado brilla por su ausencia (o gran parte de ella). Hoy tenemos los ejemplos de Argentina y El Salvador, que le declararon la guerra a la delincuencia, la corrupción, y por supuesto, la expansión estatal. Es cuestión de tiempo que estos países mostrarán grandes progresos.


La reducción del Estado podría traer mejores dividendos a los intereses de los ciudadanos, eliminaría el parasitismo y potenciaría a las empresas, que de uno u otro modo, siempre velaron de una mejor manera por el bienestar social.


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