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El Kempeitai, la Gestapo del sol naciente

El Kempeitai fue básicamente una fuerza policial encargada de mantener el orden en los territorios ocupados por Japón durante la Segunda Guerra Mundial. Con el tiempo, las actuaciones de este cuerpo policial hicieron que fuese comparado con la Gestapo nazi por su uso indiscriminado de la violencia y el terror.


La Keimepitai. Foto: Archivo.

A finales del siglo XIX, el Ejército Imperial Japonés quiso emular a la Gendarmería francesa y creó un cuerpo de élite policial que recibió el nombre de Kempeitai (Cuerpos de soldados de ley). Con el tiempo, las atribuciones que fue acumulando el Kempeitai fueron mucho más allá de lo estrictamente policial y este cuerpo pasó a convertirse en una temida fuerza de seguridad que podía arrestar e interrogar a civiles y militares cuyos actos podían ser considerados una amenaza para el gobierno de la nación.


Un terrorífico estado policial. La fundación del Kempeitai tuvo lugar el 4 de enero de 1881 mediante la promulgación de un decreto llamado Kenpei Jōrei. Este nuevo cuerpo, constituido inicialmente por una fuerza de 349 hombres, tenía como principal prerrogativa el hacer cumplir el servicio militar obligatorio a todo aquel que se resistía a realizarlo, sobre todo en las zonas rurales donde la mano de obra joven era imprescindible para el cultivo. Ya en 1930, y tras el nombramiento del general Hideki Tojo como nuevo viceministro de Guerra, la influencia política del Kempeitai fue en progresivo aumento. El Kempeitai empezó entonces a desempeñar funciones de policía secreta, llevando a cabo algunas misiones de espionaje, como por ejemplo el arresto del agente soviético Richard Sorge o eliminando a aquellos civiles que considerase que pudieran estar inmersos en actividades antijaponesas en los países invadidos por Japón.


La brutalidad de la que hacía gala el Kempeitai se hizo tristemente célebre. Esta forma de actuar violenta se puso de manifiesto sobre todo en territorios ocupados por Japón como Corea, Manchuria, China e Indochina. Allí, se encargaban de expedir permisos de viaje, requisar alimentos, establecer programas de propaganda e incluso llegaron a organizar una red de espionaje formada exclusivamente con personal local. Debido a todo esto, antes de que Tojo se convirtiera en primer ministro de Japón, en 1941, el país del Sol Naciente parecía un Estado policial supervisado por el Kempeitai. Algunos de los detenidos que no eran ejecutados inmediatamente eran internados en campos junto a prisioneros de guerra o soldados que habían desafiado a sus superiores o quisieron desertar.


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Crímenes arbitrarios. En febrero de 1942 tuvo lugar la ocupación de Singapur. En este marco se llevó a cabo la conocida como Operación Sook Ching, que en chino significa "purga mediante limpieza", encaminada a eliminar elementos subversivos entre la comunidad china de Singapur. La operación, dirigida por el teniente general Yamashita Tomoyuki, estableció que todos los hombres chinos de entre 18 y 50 años debían presentarse en los puntos de registro ubicados en toda la isla para ser identificados e interrogados, y, de este modo, poder determinar sus inclinaciones políticas. Todos aquellos que no superaron el inte-rrogatorio (un simple tatuaje ya era motivo de arresto) fueron trasladados a áreas de detención donde fueron ejecutados impunemente por miembros del Kempeitai. Shinozaki Mamoru, un ejecutivo militar, horrorizado por el cariz que estaban tomando los acontecimientos, decidió tomar cartas en el asunto. Así emitió miles de pases de "buen ciudadano" y de "paso seguro", en un principio destinados solo a quienes colaboraban con los japoneses, y de este modo logró salvar la vida de miles de personas y sustraerlas a las arbitrarias garras del Kempeitai.


En el "manual" del Kempeitai se autorizaba explícitamente el uso de la tortura en los interrogatorios, un método que se suponía que se aplicaba tan solo cuando los sistemas convencionales no daban el resultado esperado.


En La Historia secreta de la Segunda Guerra Mundial, un libro escrito por Neil Kagan y Stephen G. Hyslop, publicado por National Geographic, se cuenta la historia de una civil holandesa que fue acusada de organizar un intento de fuga en un campo de internamiento en Sumatra. Tras ser encarcelada junto con otras prisioneras, al día siguiente fue interrogada por miembros del Kempeitai. Como contaría ella misma años después: "Dos miembros del Kempeitai estaban allí. Vi sobre una mesa una selección de armas, garrotes, cinturones y látigos y en el centro del piso un brasero encendido con planchas calentándose. Me di cuenta de que estaba en la cámara de tortura. Señalando los instrumentos, uno de los kempeitai me amenazó a menos que me declarara culpable".


¡Soy un Kempei! De hecho, el Kempeitai japonés funcionaba de un modo parecido a la Gestapo alemana. Pero en el caso del Kempeitai, sus atribuciones excedían en mucho el mero control de ejército y podían extenderse también a los civiles que se encontraban bajo la autoridad militar, e incluso podían arrestar a oficiales de rango superior.


En las ciudades ocupadas, los miembros del Kempeitai obligaban a las mujeres a prostituirse para los soldados y utilizaban a civiles y prisioneros de guerra para llevar a cabo experimentos tan crueles como los realizados por los nazis en los campos de exterminio. En los campos de internamiento japoneses era habitual la practica del kikosaku, las ejecuciones sin juicio previo. El miedo al Kempeitai caló profundamente entre la población. Tanto que un exmiembro de esta fuerza policial llegó a alardear de que incluso los bebés dejaban de llorar con la sola mención de su nombre.


Con la rendición de Japón el 15 de agosto de 1945, las fuerzas armadas imperiales y los "servicios especiales", así como la mayoría de los kempei (nombre con el que se conocía a los

miembros del Kempeitai), desaparecieron.


Al terminar el conflicto, muchos de sus oficiales fueron acusados de crímenes de guerra tras comparecer ante tribunales militares como el Tribunal Internacional para el Lejano Oriente, un órgano jurisdiccional ante el que se desarrollaron los Procesos de Tokio.


Muchos miembros del Gobierno japonés, como el general Tojo, fueron asimismo condenados y ejecutados; otros, sin embargo, lograron escapar. Algunos soldados del Ejército Imperial optaron por cooperar con los Aliados, y gracias a ello lograron encontrar trabajo en la policía japonesa, mientras que otros se acabaron uniendo a la yakuza, la famosa mafia japonesa.





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