Por Pablo Cristaldo El agradable sabor de la comodidad y la perjudicial resignación. Todo a nuestro alrededor puede desmoronarse progresivamente, sin embargo, nos adaptamos para no modificar nuestro nivel de esfuerzo ante las situaciones desfavorables.
En algún momento de nuestra historia, alguien hizo un cruel experimento que, finalmente, nos
deja crudas y valiosas enseñanzas para la vida. Tomó un sapo, lo puso en una olla con agua y lo llevó al fuego hasta que el agua comenzó a hervir, lo que observó fue algo bastante interesante: el sapo se adapta a la temperatura del agua, permanece dentro y continúa adaptándose al aumento de temperatura. Pero cuando el agua llega al punto de ebullición, al sapo que le gustaría saltar de la olla, ya no puede, porque está demasiado débil y cansado debido a los esfuerzos que ha realizado para adaptarse a la temperatura del agua, y finalmente muere por las quemaduras provocadas por las altas temperaturas.
Algunos dirían que lo que mató al sapo fue el agua hirviendo (ciertamente así fue), pero en realidad lo que mató al sapo fue su incapacidad para decidir cuándo saltar.
Así somos los paraguayos. Comenzamos a resignarnos cuando notamos que las cosas se escapan de nuestro control, nos superan y creemos que no son de nuestra competencia.
Convengamos en que, efectivamente, hacemos un buen trabajo en decidir qué y cómo hacer cuando las cosas son de nuestra directa competencia (nuestras responsabilidades más cercanas), pero olvidamos que también forman parte de nuestra responsabilidad los asuntos más "macros", como ser la forma en la que nuestros gobernantes llevan a cabo su trabajo.
Por dar un ejemplo; los precios de la canasta básica se incrementan tres veces en menos de seis meses, asimismo el salario de los congresistas mientras que disminuye la calidad de estos, se fortalecen las leyes anti desafueros, las sesiones con una cantidad de ausencias grosera, el salario mínimo es una burla, la cantidad de funcionarios públicos es estratosférica en comparación con la productividad, empresas de amigos, autosuficientes en gran manera subsidiadas con dinero público. Nos amenazan con más aumentos, más controles, y dependemos de la caridad internacional. Nos roban y mienten a cada momento, pero nosotros como campeones, adaptándonos a las calcinantes temperaturas de la injusticia y la desigualdad, esperando sólo la muerte, sin saltar de la olla, sin hacer nada.
Tenemos una sola vida, y a menos que no tengas planes de emigrar a países más evolucionados en estos aspectos, deja de "adaptarte" a esto, al abuso, al parasitismo y muchas otras cosas que te "calientan" y te producen quemaduras irreparables. Si continúas adaptándote, corres el riesgo de "morir" por dentro, y ser un triste e infructífero elemento de cambio en tu país, dejando a tus hijos en una situación política, económica y social peor de la que has vivido.
¡Salta apenas puedas!
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