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Elemento indispensable: Origen del encendedor

Una breve reseña de este elemento de gran utilidad en la vida cotidiana. Entérate acerca del origen e historia del encendedor.


Foto: Imagen de Wix.

El primer encendedor del que se tiene constancia es obra de Johann Wolfgang Döbereiner en el año 1816. Johann Wolfgang Döbereiner es el padre del encendedor.


Era un aprendiz de boticario bávaro y un autodidacta que llegó a ocupar la cátedra de Química de la universidad alemana de Jena. Tuvo la idea feliz de encender de manera automática y por fricción una porción pequeña de gas que salía de manera controlada por un orificio desde un reservorio pequeño. Este artefacto o ingenio le sirvió para desarrollar su idea y fue la base para que en 1823 inventara la lámpara de hidrógeno que lleva su nombre (lámpara de Döbereiner).


El encendedor moderno. Es heredero del mechero de gasolina inventado en 1909 por el austro-húngaro barón Carl von Auer von Welsbach, uno de los perfeccionadores de la bombilla eléctrica e inventor de la piedra de mechero y el manguito incandescente para el alumbrado de gas. Parecía que el mechero había adquirido su definitiva excelencia, pero no era así: en 1932 el estadounidense George Grant diseñó un mechero sumamente manejable y útil que llamó Zippo; era infalible, es decir, siempre se encendía, tanto que su fabricante lo garantizó de por vida.


En 1945 salió al mercado el primer mechero de gas líquido que no necesitaba mecha. Los fabricantes de cerillas vieron en este pequeño artefacto su enemigo natural porque de hecho las condenaba al olvido. Ante su difusión el gobierno español de la época cargó sobre estos encendedores, por ley de abril de 1911, un gravamen especial. Pero la ley apenas se cumplía, o si se hacía, no apartaba a la gente del uso del mechero. En enero de 1928 el ministerio español de Hacienda, que ostentaba el monopolio de la fabricación de cerillas, volvió a cargar con impuestos la venta de encendedores. Lo mismo sucedió más tarde, en vista de que no se cumplía.


Todavía en 1956 la lucha entre las cerillas y el mechero estaba planteada a vida o muerte. Naturalmente, no es posible oponerse al viento del progreso, que soplaba a favor del encendedor.


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