Hambre Cero por fin es una realidad, además de ser uno de los objetivos del "Desarrollo Sostenible" (la famosa Agenda 2030), a simple vista parece un logro del Gobierno Nacional en la lucha contra la desnutrición escolar, pero que encierra una lamentable realidad que es necesaria abordar.
Hambre Cero, si bien, es a la vista una labor loable por parte del Gobierno Nacional, aún con sus desatinos en cuanto a la calidad de los alimentos, es un símbolo de que al paraguayo ya no le alcanza para dar de comer a sus hijos, porque lo tiene que hacer el mismo Gobierno.
Hambre Cero es una señal de que el paraguayo perdió poder adquisitivo, y con él, perdió todo sentido de compromiso en su deber de proveer de lo más elemental para sus hijos, que es el alimento, y que por otro lado, lo que le queda es esperar de las migajas que puedan caer de la mesa de los que ostentan el poder, y lo hacen con el mismo dinero que le despojaron, para dañar irreparablemente su orgullo de padre, en darse cuenta que no tiene opción, porque el fruto de sus manos es insuficiente.
Hambre Cero es un sinónimo de usurpación de papeles, de que hoy por hoy ya no es el padre quien debe alimentarlos y cuidarlos, sino el Estado. Hoy, ya no es el padre el héroe, el protector y el digno receptor del respeto de su familia, hoy el padre sólo debe conformarse con lo que el Estado le permita alcanzar, en detrimento de sus más caras frustraciones por la realidad en la que vive.
Hambre Cero es el mensaje más contundente de que la mujer ya no debe respetar a su marido por los roles y responsabilidades que la Palabra le confiere. De hecho, hoy se festeja y se considera como una presea la desgracia de la ausencia paterna, afectando gravemente la formación emocional de los niños y privándolos de momentos con sus padres, ya sea que éstos consideren su presencia como algo insignificante y prescindible, o que éstos simplemente ya no tengan tiempo de pasar con ellos, porque las circunstancias le obligan a ausentarse la mayor parte del día.
Hambre Cero es el sinónimo de inflación, pobreza, miseria, insolvencia y frustración de toda una generación de hombres que ven con impotencia como un burócrata cómplice de narcotraficantes y lavadores de dinero se roba el beso y el abrazo de sus hijos, y se hace con la capa y la insignia de héroe para con sus hijos, mientras éstos padres hacen lo que pueden para tratar de igualar esa inmaculada imagen que, obviamente, nunca lo conseguirán.
Hambre Cero es el poder aplanador de papá Estado. Hambre Cero es empobrecimiento y resignación de quienes debían tener la capacidad holgada de alimentar a sus hijos, y hoy ya no pueden.
No se confundan, señoras y señores. Hambre Cero no es ser pro vida, ni pro familia, y mucho menos pro Dios, porque quienes deben ser los más interesados de que papá pueda comprar alimentos, de que papá pueda pasar tiempo de calidad con sus hijos y no estar fragmentándose a pedazos en tres trabajos diferentes y no poder estar en casa, de que papá pueda ir a la iglesia con sus hijos un domingo a la mañana y no tener que trabajar para que alcance, son los que se llenan la boca de "Dios, Vida y Familia" pero vemos que, en cambio, sólo les interesa quedar como los buenos, marginando a los padres pobres, insolventes, malnutridos y frustrados al rincón de los villanos de la serie.
Ser pro familia no es quitarte el fruto de tu trabajo para que ellos queden como los salvadores de tus hijos, ser pro vida no es quitarte tu dignidad como papá solvente, y ser un siervo de Dios no es encubrir despilfarradores y delincuentes mientras que vos te esforzás dignamente por nada.
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