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Joe Biden: El presidente de la élite pedófila, racista y abortera de los EE.UU.

El partido demócrata ya nos viene acostumbrando a sus políticas y a sus cuestionables exponentes. Joe Biden –presidente demócrata de EEUU- es la imagen de las pretensiones más profundas y perversas de la élite norteamericana.

Por Pablo Cristaldo


Ya es de obvio conocimiento que el movimiento feminista calla cuando las cosas se tornan a su favor, o cuando realmente no pueden hacer nada para cambiar los problemas reales. Biden manifiesta estar de acuerdo con las políticas de aborto, el matrimonio homosexual y todo lo que viene detrás en los reclamos cansinos e infundados del feminismo radical postmoderno. El problema radica en sus ya conocidas "inclinaciones" que se tornan evidentes cuando se toma fotografías con niños, y los "roza" de una manera incómoda y sugerente. Y digo problema porque el "gran defensor" de las tan ansiadas políticas progresistas resultó ser todo, menos prudente en su comportamiento con menores.

Biden ha elegido a su vicepresidenta, y en un acto de racismo y sexismo inverso, ha decidido que ella sea una mujer, de piel canela y rasgos asiáticos, Kamala Harris, con quien pretende "ampliar" su espectro cultural (y consecuentemente los votos). Poco o nada importa la idoneidad, teniendo en cuenta otros nombres dentro del partido demócrata, con más "jerarquía" para ser dupla presidencial, pero en concordancia con la campaña de desprestigio contra Trump, en su momento, en medio de todo el conflicto por el mal llamado crimen de George Floyd en manos de la policía, y las desfiguradas intervenciones de "Black Lives Matter", sería un despropósito para Biden no haber procedido de esta manera.

Mientras que la popularidad de Donald Trump seguía "in crescendo", por la creación de más de cuatro millones de empleos en plena pandemia y habiendo salvado su nación de la debacle económica absoluta que los socialistas del “Green New Deal” en torno a Joe Biden, pretendían, Biden no tardaría en probar la memoria del estadounidense promedio, saliendo a favor de un colectivo que él mismo perjudicó en el '94, impulsando una ley contra la delincuencia, que provocó el encarcelamiento de miles de ciudadanos negros.

Tampoco se le reprochará mal alguno cuando declaró en un programa de radio a un ciudadano afroamericano que si "no votaba por él, no era un verdadero negro", dando a entender que por el simple hecho de ser negro, uno debía votar por él, sin importar en lo más mínimo las cuestiones inherentes al por qué un candidato debería ser votado.

Tampoco es importante corregir políticamente a Biden por haber declarado igualmente que Obama era "el primer afroamericano brillante y guapo".

Inmersa en su tarea de seguir quemando a Occidente, la izquierda demócrata de EE.UU. virada en socialista unió su destino a Joe Biden, que siendo vicepresidente de EEUU con el infame Barack Obama, aprovechó la muerte de su hijo por cáncer para crear, en 2017, una Fundación falsamente filantrópica que nutrida de donaciones de empresas farmacéuticas y sanitarias gastó tres de los cuatro millones de dólares recaudados en pagar los sinuosos sueldos para los altos cargos de la misma.

Los medios de comunicación, visiblemente embelesados por Biden, prefieren no recordar las acusaciones por acoso sexual en su contra, hechas por su ex colaboradora, Tara Reade, como tampoco quieren hablar de su mala fama como "Joe el Sobón" siendo incluso objeto de numerosas bromas por parte del candidato contrincante.

Tampoco sería prudente hablar de la rivalidad que existía no hace mucho tiempo entre los candidatos de chapa presidencial por el partido demócrata, cuando Harris declaro que Biden "no es muy listo", a lo que en su respuesta, Biden dijo que Harris "es demasiado radical y falsa". La necesidad política obliga a ambos a pasar del odio al amor en tiempo récord, tratando de evitar el fracaso de Hillary Clinton en las pasadas elecciones.

Decidido partidario de continuar con los siete fuegos bélicos que Barack Obama prendió en Medio Oriente, entre ellos los de Libia y Siria, Biden regaló a su hermano un privilegiado contrato llamado “reconstrucción de Irak” más de 1000 millones de dólares. El hijo de Biden tampoco escapó a los privilegios; el papá vicepresidente consiguió defenestrar al fiscal ucraniano que investigaba a la empresa de su hijo por un delicado asunto de corrupción mediante la extorsión al gobierno de Ucrania. Tampoco conviene hablar de esto.

Ligado estrechamente a Nancy Pelosi, presidenta demócrata de la Cámara de representantes de EEUU, y a Hillary Clinton, Biden pertenece al sector más retorcido de la élite demócrata norteamericana. Colaboradores cercanos recibían dinero de la infame Planned Parenthood y otros lobbies de la industria del aborto. Desde el 2017, como senadora en el Congreso, Kamala Harris se esforzó en recortar la “Religious Freedom Restoration Act” de 1993, una ley que protege la libertad religiosa de las personas frente al poder público. Como fiscal del Estado de California, fue testigo de los videos que mostraban a jefes de la multinacional abortista Planned Parenthood negociando con partes de niños abortados, y en vez de investigar este terrible hecho, prefirió seguirle las pisadas al periodista católico David Daleiden, quien investigaba estos hechos y los sacó a la luz pública. Harris interfirió en el trabajo de Daleiden tanto como pudo.

Joe Biden es un peligro público, un escarnio al ciudadano norteamericano que no quiere socialismo confiscador. El tipo es un ariete del racismo antiblanco deseoso de deconstruir occidente e implantar las tesis masónicas más nefastas de ingeniería social. Está maridado con un ideario político y económico que instaura la dictadura ecologista, los impuestos ambientales y la apuesta por los lobbies anti-armas de EEUU. Su alineamiento con movimientos como BLM, transgénero y LGTBI+, determinan su furibundo espíritu anti conservador, agregándole su siniestro "hobby" de "pasarse de manos" con menores de edad.

En este "desgobierno" en los EE.UU. se ventilan o sólo el gobierno de una nación; se dirime, en buena medida, el destino de Occidente, que acertadamente, lo sufrimos ya con los berrinches de izquierda en Latinoamérica. La lucha por la moral continúa.

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