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La mejor inversión de tiempo: Lea la Biblia en el 2025

Por José Mendoza


Te invito a que te unas a este desafío que redundará en tremendos beneficios espirituales.

Imagen de Piero Di Maria. / Pixabay.
Imagen de archivo.

Hace unos días leía en un periódico que una persona lee en promedio unas cien mil palabras cada día. Es como si nos propusiéramos leer la novela Cien años de Soledad, que tiene alrededor de cien mil palabras, todos los días. Increíble, ¿cierto? Casi sin darnos cuenta, somos bombardeados y sumergidos en palabras desde el mismo momento en que nos levantamos hasta casi el momento en que nos quedamos dormidos, los siete días de la semana y los 365 días del año. No se trata solo de lo que recibimos visual y auditivamente a través de imágenes y sonidos, sino que también leemos una gran cantidad mensajes personales en los chats, un buen número de correos electrónicos, tuits de 280 caracteres, los mensajes cortos de Instagram y Facebook que revisamos varias decenas de veces al día, anuncios publicitarios que buscan llamar nuestra atención por todas partes, y cientos de estímulos de lectura adicionales a toda hora.


Lo anterior nos debe llevar a considerar con prudencia que todos esos mensajes no son solo entretenimiento o información inocua e inofensiva. Todas esas palabras van acompañadas de una enorme carga valórica que, como pequeñas píldoras, se van incorporando a nuestro pensamiento. Ellas nos influencian para pensar de alguna manera o simplemente estimular un deseo material que nos lleve a comprar un determinado producto. Lo cierto es que todo ese “Niágara” poderoso y sin pausa de palabras nos lleva a quedar sumidos en una vida absolutamente secular en su sentido más estricto, o como lo dijo Salomón: “He visto todas las obras que se han hecho bajo el sol, y he observado que todo es vanidad y correr tras el viento” (Ec 1:14).Navegar dentro de ese mar de palabras turbulento y de corrientes incontrolables no es nada fácil. Podríamos entender a Pablo cuando les decía a los efesios que debían evitar “ser sacudidos por las olas y llevados de aquí por allá por todo viento de doctrina, por la astucia de los hombres, por las artimañas engañosas del error” (Ef 4:14). Esta advertencia de Pablo me causa una profunda impresión porque representa con exactitud lo que los cristianos del siglo XXI estamos enfrentando todos los días. Pero ¿qué podemos hacer al respecto?


Una gran cantidad de cristianos se queja mucho de no tener nunca el tiempo suficiente para leer la Palabra de Dios. Aunque la lectura de la Biblia es fundamental para nuestro crecimiento y vigor espiritual, no la leemos en la medida suficiente como para que impacte nuestra vida. Sabemos que somos expuestos a decenas de miles de palabras que nos influencian cada día, pero aun así los cristianos dedicamos poco tiempo de calidad, habitual e intencional, a exponernos a las Palabras de Dios, que eran para David “deseables más que el oro; sí, más que mucho oro fino, más dulces que la miel y que el destilar del panal” (Sal 19:10).Yo estoy seguro de que todos los cristianos compartimos esa misma valoración de David por la Palabra. Sin embargo, nos falta lo más importante que David sí vivió en plenitud y que se muestra de manera majestuosa y amplia en el Salmo 119. En ese hermoso cántico, el salmista expuso sus sentimientos más profundos hacia la Palabra, pero también sus anhelos íntimos y prácticos de ser expuesto cada vez más y más a su influencia.


Él llega a decir: “¡Cuánto amo yo Tu ley! Todo el día es ella mi meditación…Me anticipo al alba y clamo; En tus palabras espero. Mis ojos se anticipan a las vigilias de la noche, Para meditar en Tu palabra…Siete veces al día te alabo, A causa de Tus justas ordenanzas. Mucha paz tienen los que aman Tu ley, Y nada los hará tropezar”(Sal 119:97; 147-148; 164-165, énfasis mío).


Es evidente que el salmista separó mucho tiempo intencional y de calidad para buscar al Señor y su Palabra. Estoy seguro de que él no hubiera quedado satisfecho y estaría muy sorprendido con las dosis bíblicas mínimas que consumimos los cristianos contemporáneos. Él necesitaba estar expuesto a la Escritura de día y de noche, leyendo, meditando, alabando al Señor, poniendo en práctica y disfrutando de los beneficios de la obediencia a la Palabra.


Es posible que solos no podamos remontar las olas y los vientos impetuosos del mar de palabras a las que nos exponemos cada día. Nuestra meta es que nos podamos animar y estimular juntos para que, de forma intencional, leamos la Palabra de Dios y podamos decir, ahora sí con el salmista, “La suma de Tu palabra es verdad, y eterna cada una de Tus justas ordenanzas” (Sal 119:160).¿Será muy difícil separar algunos minutos al día para leer y meditar en cuatro capítulos de la Biblia? Te invito a que te unas a este desafío que redundará en tremendos beneficios espirituales, y si te sientes débil o incapaz de lograrlo, entonces has ahora mismo esta oración milenaria que el salmista elevó al Señor: “Favorece a Tu siervo, Para que guarde Tu palabra. Abre mis ojos, para que vea Las maravillas de Tu ley. Peregrino soy en la tierra, No escondas de mí Tus mandamientos”(Sal 119:17-19).

Fuente:

LIBRO RECOMENDADO DE LA SEMANA

El catecismo de la nueva ciudad: La verdad de Dios para nuestras mentes y nuestros corazones | Collin Hansen


En siglos pasados, la iglesia usó catecismos para enseñar las doctrinas cristianas fundamentales. Hoy, en un mundo de tantas creencias cambiantes, necesitamos volver a este hábito comunitario de aprendizaje bíblico por medio de preguntas y respuestas.


El Catecismo de la Nueva Ciudad es un recurso moderno, centrado en el evangelio, que no solo resume las creencias cristianas más importantes a través de cincuenta y dos preguntas con sus respuestas, sino que también ayuda a los lectores a ser transformados por medio de estas doctrinas.


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