Aunque este tipo de práctica puede parecer macabra en estos tiempos, era parte del sistema de creencias del Antiguo Egipto sobre la vida después de la muerte y el estatus social.
Durante la primera dinastía de los faraones egipcios, existía la costumbre de enterrar a miembros de la corte y familiares junto con el faraón fallecido, una práctica que buscaba asegurar su compañía en la otra vida. Sin embargo, esta tradición no continuó más allá de la segunda dinastía, a pesar de la persistente idea popular de que todos los faraones exigían este acompañamiento en la muerte.
La evidencia arqueológica de esta práctica fue encontrada en la tumba del faraón Aha en Abidos. Aha, quien falleció a los 62 años en un accidente de caza, fue sepultado con seis personas en tumbas cercanas: tres mujeres, un hombre adulto y un niño que posiblemente era su hijo, al encontrar 25 brazaletes de marfil junto a él. Esto hizo pensar a los investigadores que todos habían sido sacrificados para acompañar al faraón en su viaje al más allá.
La disposición de los cuerpos en las tumbas sugiere que estos sacrificios fueron simultáneos. Se encontró evidencia de que el techo de la tumba fue colocado de una sola vez, lo que indicaba que los individuos no murieron por causas naturales en diferentes momentos. Además, se observaron señales de movimiento en las tumbas, lo que indica que algunas de las personas pudieron haber sido enterradas vivas.
Esta práctica se intensificó con Djer, sucesor de Aha, quien fue sepultado junto con más de 300 personas, reflejando una época en la que estos sacrificios alcanzaron su apogeo. Sin embargo, en la tumba del último faraón de la primera dinastía, Qaa, se encontraron solo 30 tumbas acompañantes, lo que sugiere que el ritual fue perdiendo fuerza con el tiempo.
Con el inicio de la segunda dinastía, este ritual macabro se abandonó por completo, marcando el fin de una práctica que fue breve en la historia de Egipto. Aunque este tipo de sacrificio ha sido explotado por la ficción, las evidencias sugieren que solo se realizó en los primeros tiempos del Egipto faraónico.
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