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La pureza del corazón: Un camino hacia la visión de Dios

Este texto nos recuerda que solo aquellos que se esfuerzan por vivir en santidad pueden experimentar la verdadera visión de Dios, disfrutando de su amor, verdad y gloria.

Imagen de einsichtsweise en Pixabay.

“Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.” Mateo 5:8

La limpieza de corazón es uno de los fines principales que debemos perseguir. Importa mucho que seamos purificados interiormente por el Espíritu Santo y por medio de la Palabra, y en verdad lo seremos exteriormente por una mayor consagración y obediencia. Existe una relación íntima entre el corazón y la inteligencia. Si amamos el mal, jamás podremos comprender el bien. Si el corazón está manchado, el ojo estará oscurecido. ¿Cómo podrán estos hombres ver al Dios Santo, si aman el pecado? ¡Cuán singular es el privilegio de ver a Dios en la tierra! Una sola mirada sobre Él constituye para nosotros un verdadero paraíso.


En Cristo Jesús contemplan al Padre los limpios de corazón. En Él vemos a Dios, la verdad, su amor, su santidad, sus designios, su soberanía, su alianza. Empero estas cosas solamente se perciben cuando se impide la entrada del pecado en el corazón.


Solo quienes aspiran a la santidad pueden exclamar: «Mis ojos están siempre hacia Jehová». El deseo de Moisés: «ruégote que me muestres tu gloria», solamente puede tener cumplimiento en nosotros cuando estemos limpios de toda iniquidad. Nosotros «le veremos como Él es»; y «cualquiera que tiene esta esperanza en Él, se purifica». El gozo de la presente comunión y la esperanza de la visión beatífica son dos poderosas razones para que andemos en pureza de corazón y de vida. ¡Crea, Señor, en nosotros un corazón puro para que podamos ver tu rostro!


Extraído de Promesas de aliento y ánimo para cada día de C.H. Spurgeon


LIBRO RECOMENDADO DE LA SEMANA

El Pecador de Jerusalén Redimido: Buenas Nuevas para los más viles pecadores | John Bunyan

La obra El Pecador de Jerusalén Redimido fue publicada en 1688, poco antes de la muerte de Bunyan, y como tal es fruto de toda una vida de meditación del autor sobre el tema. Que Dios dé a los predicadores el mismo espíritu que tenía Bunyan, y que la predicación sea bendecida para que las almas sean salvadas por Cristo y solo Cristo. Un peregrino conoce tanto el dolor como la alegría en Dios. Un día, Dios enjugará todas las lágrimas y la alegría del pueblo de Dios superará todo entendimiento. Comenzamos a experimentar eso aquí. Allí recibimos la plenitud de la alegría y el gozo.




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