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Lo que realmente debemos esperar de los candidatos

A una semana de las elecciones generales, se generan muchas incertidumbres por parte del electorado, respecto a quienes son los mejores (o menos peores) candidatos para los diferentes escaños de poder. Esto es lo que, a mi criterio, deberíamos esperar de los candidatos hoy presentados.


Por Pablo Cristaldo

Estamos a las puertas de un proceso que puede ser histórico para el Paraguay. Ya se saben quiénes son los candidatos de las diferentes instancias de poder, que el Paraguay debe elegir por medio del voto. El 30 de abril es el día clave para decidir el futuro de un país, si bien, macroeconómicamente estable, políticamente caldeado.


No se sabe exactamente qué le espera al Paraguay en el caso de que cualquiera de los hoy presidenciables llegue a la silla presidencial. Algunos hablan del continuismo, otros del cambio, otros de la revolución civil; lo cierto y concreto es que, en este sistema, que sólo es fácticamente democrático en lo que respecta al sufragio, en lo demás es enteramente representativo. Esto quiere decir que, constitucionalmente, todas las decisiones que se tomen desde los escaños de poder son exclusivamente discrecionales al gobernante de turno: El pueblo sólo tiene el poder de elegir, no de dirigir entrelíneas al país, por lo cual, nuestro voto sólo decide quiénes van a gobernar, pero no cómo.


Sabiendo esto, no podemos tener la certeza absoluta de qué pueda acontecer después del 30 de abril, salvo que se generen reacciones ciudadanas en función a los resultados de las elecciones, como ser la resignación por parte de los perdedores, o como la siempre riesgosa insurrección, que sabemos, tampoco da certezas de cambio en un Paraguay que blinda todopoderosamente a quienes han accedido al gobierno, por medio del voto que, es en definitiva, nuestra única opción.


Pero más allá de las consecuencias que pueda generar la jornada electoral, lo que debemos esperar es, a mi criterio, que los que sean electos garanticen el derecho a mejorar nuestra calidad de vida a nivel integral, es decir, lo también concerniente a lo espiritual. Mejor explicado: Como cristianos, creemos y estamos convencidos de que la libertad de expresión y culto forma parte de lo que denominamos "derechos naturales", como el derecho a la vida, y a la propiedad privada. El derecho a la libertad de culto y la divulgación de la fe se engloban en el derecho a la libertad en general, y no pueden ser coartados por ninguna autoridad, sea ésta competente o no, porque las implicancias de incurrir en la censura son devastadoras para una sociedad.


Y digo devastadoras, porque, específicamente el cristianismo bíblico sostiene, en buenos términos, el respeto a las autoridades, siempre y cuando éstas autoridades se vean sujetas a su vez a la autoridad divina (eso es lo ideal), o al menos a parte de ella, mínimamente en cuanto a la libertad de congregar y divulgar las sanas doctrinas de la fe; y me gustaría ahondar aún más en lo que concierne a estas doctrinas que estoy mencionando.


Vamos a entrar en un círculo más complejo estableciendo esta osada pero certera sentencia: Quienes se sumergen en las profundidades de la sana doctrina cristiana, y las creen de corazón, dejan de incurrir progresivamente en prácticas o asuntos que llevan a la decadencia de una nación, comenzando por lo moral. Voy a explayarme mejor en esto antes de que vengan las antorchas: Si nosotros tenemos conocimiento de las verdades de la fe, de Jesucristo y lo que realmente significa para el hombre, y del poder que tiene el Espíritu Santo para transformar las vidas, y llevarlas progresivamente al estado final del creyente, mucho de lo que está flagelando a un país en materia de corrupción, inseguridad, y desidia, se verá significativamente disminuido con el correr del tiempo.


2da Timoteo 3:16-17 dice: "Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra." Cuando dice "Toda Escritura" se refiere a todo el sano consejo de la Palabra de Dios, es decir, La Biblia y su correcta enseñanza, y cuando dice "preparado para toda buena obra" ni siquiera hace falta hacer la relación entre el texto y todos los flagelos políticos y sociales que nuestro país sufre a diario. Como cristianos confiamos en que el cambio (palabra tan acuñada por los políticos en sus campañas) sólo puede lograrse consistentemente desde la transformación interior del ser humano, en su corazón, redirigiendo su adoración hacia la dirección correcta, y desviándola de la adoración a uno mismo, que es en esencia, el punto de partida para toda perversión.


Si queremos "estar mejor", o si queremos "menos mafia y más patria", o si queremos "un nuevo Paraguay", o si queremos "la solución", no nos queda más que arrepentirnos de nuestra incredulidad hacia Dios, dejar de considerar las cuestiones más elementales de la existencia, como lo es la espiritualidad como "cosa que puede esperar", y ponernos en la brecha, a cuentas con Dios, confiando en Cristo, y haciendo un seguimiento a nuestra propia vida, para que todos estos eslóganes de campaña se hagan realidad.


Y que gane el que tenga que ganar.



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