Por Pablo Cristaldo
Un reciente estudio de la Universidad de Granada concluye que los niños sometidos a constantes estímulos, los cuales aún no están preparados a asimilar podría acarrear problemas cognitivos en el futuro. Los niños necesitan aburrirse, quizás más que nunca.
Cualquier niño de 10 años actualmente ha recibido más estímulos que cualquier ser humano, generando así a la generación más sobre estimulada de la historia. Esto, obviamente representa un problema.
Un grupo de investigación sobre Neuroplasticidad y Aprendizaje de la Universidad de Granada advierte que "el entrenamiento en tareas demasiado complejas, antes de que el sistema esté preparado para llevarlas a cabo, puede producir deficiencias permanentes en la capacidad de aprendizaje a lo largo de la vida", esto sumado al hecho del desarrollo de hábitos poco saludables y productivos en el niño.
La sobreestimulación tiene los mismos efectos que cualquier droga. Primeramente se crea "tolerancia", el organismo (en este caso, el cerebro) se acostumbra a esa dosis de estimulación y comienza a exigir más. Por consiguiente, los niños se vuelven cada vez menos sensibles a los estímulos de su entorno cotidiano; la creatividad y la imaginación merman. Luego intentan concentrarse en una actividad en particular y se dispersan, les cuestan dedicar su atención en otras cosas beneficiosas, mientras que sus deseos están enfocados en los estímulos que los mantienen dispersos.
Por estas cosas y por más, es necesario que los niños se aburran, que tengan tiempo para aburrirse.
Algunas actividades no estén controladas o preestablecidas con anterioridad podría ser una alternativa. Incentivar a la lectura, para ejercitar la imaginación, actividades al aire libre, para evitar el sedentarismo, y por supuesto, la parcial (o en lo posible total) privación de dispositivos electrónicos.
Si realmente amamos a nuestros hijos, y queremos que sean personas de éxito, tendremos que asimilar el aburrimiento como una opción saludable. Sacarle la tablet y dejar que se aburra para desarrollar su creatividad e imaginación no es un castigo, es amor.
Comments