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Los secretos del tesoro de Tutankamón

Aunque no quedan muchas pruebas materiales del tipo de vida que llevaron en la intimidad los soberanos egipcios, existe un caso que sí nos aporta interesante información sobre ello. Se trata de la tumba de Tutankamón, el rey niño que murió hacia los 18 o 19 años y que fue descubierta por el arqueólogo británico Howard Carter en el Valle de los Reyes en 1922.

Howard Carter en la tumba de Tutankamón / Infobae

El contenido del la tumba de Tutankamón dejó bien a las claras que, por lo menos el joven monarca debió de disfrutar de una excelente alimentación. En el interior de la sepultura, los arqueólogos hallaron panes, pasteles de trigo y cebada, espaldas de buey y costillas de cordero maceradas con miel y especias, listas para ser cocinadas... También había gran cantidad de frutas, como dátiles, higos, uvas, almendras, e incluso semillas de sandía. Y no solo había comida, también se encontraron unas 30 grandes jarras de vino para acompañar los ágapes. Pero no únicamente quedó patente el tipo de alimentación del que podría haber disfrutado el faraón en vida. También sus pertenencias más íntimas salieron a la luz, desde maravillosas piezas artísticas que mostraban escenas domésticas y de ocio, hasta, lo más sorprendente, una gran cantidad de complementos textiles entre los que se encontraban abundantes reservas de la ropa interior del monarca, todo en un excelente estado de conservación.

UN JOVEN DEPORTISTA Y ENAMORADO

Un recorrido por las pertenencias del joven Tutankamón nos retrotrae asimismo a la niñez del monarca. Como todos los niños nobles de su tiempo, el rey tuvo que aprender a escribir, algo que queda de manifiesto por la gran cantidad de elementos típicos de un escriba que han aparecido entre las piezas de su ajuar funerario. Destaca también una pequeña silla de tamaño infantil, de ébano y marfil, y un tablero de senet, un juego muy popular en el antiguo Egipto, al que seguro que Tutankamón era aficionado, ya que se hizo acompañar por él en su viaje al más allá.

Tablero de senet hallado en la tumba del faraón, un popular juego de mesa entre los antiguos egipcios. Museo Egipcio, El Cairo. Foto: Cordon Press

Pero el ajuar funerario del rey también contiene elementos que sugieren que Tutankamón no solo era aficionado a los juegos de mesa, sino que practicó ciertos deportes, como la caza. En la tumba se halló un arco en miniatura de 20 centímetros de largo, seguramente un recuerdo de cuando en su infancia aprendió a usar este tipo de armas. De su práctica adulta dan fe los 46 arcos guardados en la tumba, el más largo de los cuales medía 1,8 metros. Junto a los arcos había 400 flechas, mazas, un par de bumeranes de electro (que debieron de servir al rey para cazar aves en las marismas) y cuchillos. Asimismo el descubrimiento en la tumba de seis carruajes, cuatro de ellos pesados, de madera revestida de oro y decorada con relieves e incrustaciones de cristal, y dos más ligeros y maniobrables, aptos para actividades cinegéticas, sugieren el placer del monarca por actividades un poco más "arriesgadas".

Uno de los carros descubiertos en la tumba de Tutankamón en el Valle de los Reyes. Museo Egipcio, El Cairo. Foto: Cordon Press

Seguramente en estas ocasiones el joven rey se hizo acompañar de su esposa, la reina Ankhesenamón, su medio hermana, hija de Akhenatón y Nefertiti. De la relación entre los dos jóvenes dan fe las escenas plasmadas en algunos objetos, como la que aparece en el magnífico trono del monarca, donde la reina aplica con cariño un ungüento a su esposo, o la de una arqueta taraceada, en la que Ankhesenamón ofrece flores de loto a su amado.

Asimismo, las escenas que decoran una capilla dorada muestran, en palabras del propio Carter, como Ankhesenamón "con una mano le tiende una flecha, mientras con la otra le señala un pato muy gordo. En la misma naos está representada de nuevo ofreciéndole las libaciones sagradas, flores o collares, o atando un colgante alrededor de su cuello. Así aparece la joven pareja en varias escenas de atrayente simplicidad. En otra cacería vemos a la reina acompañando al rey en una canoa de cañas. En ella sostiene afectuosamente su brazo, como si él estuviese fatigado por los asuntos de Estado, y en otra ocasión –sugiriendo un aire travieso en estas pequeñas escenas de su vida privada– vemos al rey derramando un delicado perfume en la mano de ella mientras descansan en sus habitaciones".

UNA GRAN COLECCIÓN DE BASTONES

Aunque, sin duda, una de las cosas que más ha llamado la atención de los arqueólogos del ajuar funerario de Tutankamón es, además de la enorme cantidad de hermosas joyas que contenía, las numerosas piezas de ropa que, increíblemente, se han conservado. Túnicas, camisas, sandalias, guantes, taparrabos... Estos últimos consistían en una pieza de lino triangular que se ataba a la cintura. Se hallaron más de cien en la tumba. Cuidadosamente plegados, apilados, y algunos incluso emparejados con faldellines. Las camisas eran ajustadas y estaban decoradas con bordados en el cuello redondo. Por su parte, el par de guantes, de lino y seda, sorprendió a los expertos por lo primoroso de las puntadas con que estaban cosidos.

Finalmente, el rey, que seguramente estaba muy pendiente de su aspecto, debía de aplicar alrededor de sus ojos kohl, una pasta de malaquita molida mezclada con un líquido que, además de embellecer la mirada también la protegía puesto que tenía propiedades bactericidas. Restos de este producto se han encontrado en el interior de una caja de cosméticos de marfil en forma de ánade.

Por otra parte, no sabemos muy bien si por necesidad o por moda, el ajuar funerario contenía nada menos que 130 bastones para andar, todos ellos distintos. Los había bellamente ornamentados, de ébano, oro, plata, marfil... Uno de ellos acabado en dos figuras de cautivos, un nubio y un asiático, tal vez simbolizando el poder del faraón sobre sus enemigos. Y, el más sencillo de todos, una simple caña ornamentada con bandas de oro en la parte superior e inferior. Tal vez el rey lo usara en sus paseos junto a su esposa por los frondosos jardines de palacio, o quizás en apacibles caminatas junto al Nilo. ¿Cómo lo sabemos? La vara lleva una esclarecedora inscripción: "Una caña que su majestad cortó con sus propias manos". Una frase que nos acerca a la faceta más humana de todo un faraón de Egipto.


Con información de: historia.nationalgeographic.com.es


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