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Prácticas inhumanas de la 'Bestia de Auschwitz'

María Mandel se ganó el apodo de “la Bestia” por su violencia desmedida y el sadismo que demostró durante las sesiones de tortura a las que sometió a mujeres y niños. Fue ejecutada en la horca. En el juicio, algunos supervivientes declararon que se trataba del demonio en carne y hueso.

Ficha de María Mandel tras su detención en 1945. Wikimedia.

De superviviente a verdugo María Mandel nació el 10 de enero de 1912 en la ciudad austríaca de Münzkirchen. Era la menor de cuatro hermanos a los que un matrimonio de artesanos educó según los cánones de la religión católica del momento. Su padre, Franz Mandel, era zapatero y su madre procuraba ayudar económicamente con negocios de herrería. María acudía a la escuela, donde gozó de cierta popularidad (dicen que era muy guapa) y cada domingo acompañaba a su familia a misa. Finalizada su formación elemental, acudió a una Bürgerschule, un centro donde formaban a los alumnos en el desempeño de labores comerciales y artesanales.

A partir de entonces, María entró a formar parte del mundo laboral, o al menos eso intentó ella. Pasó su etapa juvenil entre idas y venidas del negocio familiar mientras probaba suerte en toda clase de oficios. Se sucedieron varios fracasos laborales incluido un puesto en correos, donde fue despedida por no simpatizar lo suficiente con las ideas nacionalsocialistas. No tardó en resarcir este asunto. En 1938, a sus 26 años, encontró su verdadera vocación. Gracias a un contacto familiar, en octubre ingresó como Aufseherin (guardiana del centro de internamiento de Lichtenburg). Desde allí, pasó al campo de Ravensbrück, donde solo se internaban mujeres. María Mandel desplegó en este contexto toda su crueldad y tratamiento inhumano.

Tanto fue así que gozó de un ascenso meteórico en el escalafón nazi, una circunstancia aún más relevante en su caso, al tratarse de una mujer. El temor que despertaba entre los apresados fue directamente proporcional a la admiración que levantaba entre sus superiores por su capacidad para ejecutar sus funciones de manera eficaz y, hablando en plata, al gusto nazi. Sus actuaciones le valieron para ser ascendida a Oberaufseherin (supervisora), mismo cargo con el que fue trasladada a Auschwitz, hasta su definitivo ascenso a Lagerführerin (líder) de Birkenau, el campo de exterminio para mujeres cuya construcción fue proyectada por ella misma.


La ‘Bestia’ y sus métodos Para Mandel, sus prisioneros eran meras “mascotas judías” que no merecían compasión alguna. Se cuenta de ella que solía ponerse guantes blancos que al final de cada jornada mostraban manchas de sangre de sus víctimas, a las que se encargaba de azotar en persona haciéndoles contar los latigazos en voz alta hasta la extenuación. Abandonó a muchas de sus víctimas el aire libre, descalzas, en pleno invierno, lo que resultaba en hipotermias que acababan con la mayoría de los que sufrían esta tortura.

A partir de octubre de 1942, Mandel era la encargada de seleccionar a las mujeres que iban a la cámara de gas. Un cuchicheo, una réplica a sus órdenes o una simple mirada a los ojos podía suponer la sentencia de muerte para cualquier preso bajo su supervisión. Neus Catalá fue una española que sobrevivió a la “Bestia” en el campo de Ravensbrück. Su testimonio resulta desolador:

“Muchos días nos quedamos allí hasta las nueve de la mañana desde las cuatro de la madrugada. Sin haber bebido más que un agua que no era ni tan siquiera caliente. Un agua a la que llamaban café, una cosa amarga que debía de ser ortigas secas, yo qué sé. Y nada más, con eso en el cuerpo, vestida de aquella manera que no te abrigaba nada, sube hacia allí para estar tantas horas así. Cada día caían mujeres, cada día caían mujeres muertas. Cada día. Un día llegamos a estar a 30 grados bajo cero”.

Mandel se encargó de organizar una orquesta de mujeres en Auschwitz, que tocaban sus piezas favoritas de música clásica mientras llegaban nuevos presos al campo, durante las selecciones a la cámara de gas o cuando llegaba algún cargo importante.


El final de María Mandel

Sus últimas acciones tuvieron lugar en Dachau, de donde huyó cuando se enteró de lo cerca que andaban los aliados. No logró llegar muy lejos. El 10 de agosto de 1945 fue detenida por el ejército norteamericano y la mantuvieron presa hasta que en 1946 fue trasladada a Polonia. En noviembre de 1947 fue juzgada en los primeros juicios de Auschwitz celebrados en Cracovia. Mandel no aceptó los cargos ni asumía su culpa, sino que argumentó que se había limitado a cumplir órdenes:

“Yo no tenía ni látigo ni perro. Cumpliendo con mi servicio en Auschwitz me vi obstaculizada por la terrible severidad de Rudolf Höss, dependía totalmente del comandante y yo no podía impartir ninguna pena”.

Los testimonios de los supervivientes fueron suficientes para que la condenaran a la horca. El 24 de enero de 1948 quedó colgando el cuerpo inerte de una mujer rubia de 36 años, de 1,65 metros de altura y 60 kilos de peso. Gritó “¡Viva Polonia!” antes de ser ejecutada. Fue el último grito de la mujer a la que se le atribuyó la responsabilidad de más de medio millón de muertos.


Con información de: muyhistoria.es

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